Claves para entender la crisis capitalista mundial y su impacto en la economía ‘real’
INTRODUCCIÓN
La actual crisis económica tiene por epicentro nada más y nada menos que a los Estados Unidos. En pocas semanas hemos vivido una serie de acontecimientos, muchos de los cuales, hubieran merecido -por separado- las primeras planas de los diarios del mundo. No es habitual que el Congreso de Estados Unidos vote 700 mil millones de dólares para rescatar a la banca norteamericana. En Europa, Alemania se compromete a poner 460 mil millones de euros, Francia, 360 mil millones, Holanda 200.000 millones, España y Austria 100.000 millones, que junto a lo que anuncia Gran Bretaña suman 1.9 billones de dólares.
Ahora bien, ¿por qué llegaron a este punto? Para tratar de evitar caer en el abismo. Después de negarlo tuvieron que aceptar que estamos ante una crisis de dimensiones internacionales, donde ningún país está al margen. Incluso en Suiza, la patria de las finanzas mundiales, su principal banco, el UBS, fue rescatado con 60 mil millones de dólares para evitar la quiebra. Hay países –como Islandia- que ya sufren niveles de crisis como la de Argentina en el 2001, corralito incluido. Hungría es otro punto débil, un país fuertemente endeudado y controlado por el capital extranjero. Corea del Sur está al borde de una crisis similar a la de 1997 cuando empezó el ciclo de devaluaciones de los países asiáticos que dio lugar en algunos países a medidas de control de cambios e intervención estatal contra lo que decía el FMI y que llevaron a rebeliones populares como la que provocó la caída del dictador Suharto en Indonesia.
Pero pese a estos intentos de salvatajes nadie cree que se haya tocado fondo. Entre otros, hay en lo inmediato dos motivos significativos a considerar. El primero es que este salvataje probablemente llega tarde, cuando importantes economías del mundo ya están en recesión, tal es el caso de EE.UU. y de las principales economías europeas. Y eso implica que las empresas ya comenzaron ataques contra la clase obrera. La General Motors en EE.UU. anunció 1.600 despidos que se suman a los 1.700 previstos, acá en Argentina la GM de Alvear (cercana a Rosario) anuncio 500 despidos que fueron evitados por la resistencia de sus trabajadores. Renault Nissan acaba de anunciar 1.680 despidos en Barcelona, lo que motivó una movilización de más de 3000 trabajadores. El City Group 11.000 despidos. En la City londinense dicen que liquidarán más de 60 mil puestos de trabajo entre este año y el que viene. En la India las aerolíneas anuncian cesantías, y así podríamos seguir la lista que crece día a día.
Los trabajadores y estudiantes de ingenierías debemos huir como de la peste de la idea de que la economía es una especie de “ciencia oculta”; el análisis económico forma parte de los problemas que a lo largo de nuestras vidas profesionales o no, se presentará como perspectiva real. Es por eso que desde la Secretaría de Relación Obrero-Estudiantil del CEIT impulsada por la agrupación En Clave ROJA + estudiantes independientes realizamos todos los años grupos de estudio sobre economía marxista, en paralelo a las cátedras que nos imparten en la facultad donde no se explica absolutamente nada de este gran pensador que hoy es ‘best seller’ en países como Alemania.
LAS “CLAVES” y LOS “IMPACTOS” de la CRISIS CAPITALISTA
Un factor fundamental que tienen en cuenta los empresarios capitalistas antes de realizar una inversión, es la rentabilidad o la ganancia que van a obtener tanto en el corto como el largo plazo. Una forma de medir esa ganancia es calculándola como proporción del total del capital que invierten. De este modo, si por ejemplo un capitalista hace una inversión por $100 y gana $10, su ganancia será del 10%. Esto es una aproximación muy simplificada de lo que los marxistas denominamos “tasa de ganancia”.
Marx señalaba que más allá de las causas inmediatas y de las formas en que se manifiesta cada crisis capitalista particular, opera en el capitalismo la llamada “ley de la tendencia decreciente de la tasa de ganancia”.
Tengamos en cuenta que del capital global que invierte el capitalista, es de la parte que se destina a salarios (que llamamos capital variable) donde se genera la plusvalía, esto es el trabajo no pago generado por los obreros que se apropia el capitalista y que es a su vez la fuente de su ganancia. Marx señala que con el desarrollo histórico del capitalismo tiende a disminuir el capital variable como fracción del capital total, debido a que el progreso técnico implica un creciente reemplazo de trabajo vivo por trabajo muerto (maquinaria). Se produce de este modo un aumento de la llamada “composición orgánica del capital”, esto es un incremento del capital constante (el destinado a la compra de maquinaria y materia prima) como fracción del capital global en relación con el capital variable (la porción del capital destinada a los salarios). Dicho más sencillamente, del capital total invertido se deben destinar porciones crecientes del mismo a la compra de maquinaria y materias primas mientras disminuye la parte dedicada al pago de salarios. Pero como la plusvalía sólo surge del capital variable, el aumento en la composición orgánica del capital implica la disminución de la fracción de capital que produce plusvalor y, con ello, una tendencia a la baja de la tasa de ganancia. Es decir, se obtiene una menor rentabilidad en relación al capital invertido. Este resultado no querido para los capitalistas es producto de que lo que es lógico de acuerdo al interés inmediato de cada capitalista individual (que compelido por la presión de la competencia debe invertir en nueva maquinaria para aumentar la productividad), no lo es desde el punto de vista del capital en su conjunto.
A los capitalistas sólo les interesa obtener una alta tasa de ganancia “potencial” pero además y muy particularmente, les interesa vender las mercancías que producen para que su ganancia se convierta en dinero. Un gran problema del que hoy es “víctima” el capitalismo mundial es consecuencia de uno de los principales mecanismos que, mediante la ofensiva neoliberal comenzada en los años ‘70, permitió recuperar la tasa de ganancia. Esto es, el ataque brutal a los salarios y a las condiciones de trabajo. En este contexto, el estancamiento de los ingresos de los trabajadores, por un lado ha posibilitado el incremento de la rentabilidad, pero por el otro, se convierte en una traba para que esa rentabilidad se realice es decir, para que el enorme mercado de consumo que representan los trabajadores, efectivamente compre esas mercancías que son producidas por los capitalistas con una alta rentabilidad en potencia.
El “neoliberalismo” fue una respuesta (a mediados de la década del ‘70) económica, política y militar del capital a la caída de la tasa de ganancia producto del agotamiento de las condiciones excepcionales de posguerra generadas por la enorme destrucción de fuerzas productivas. A comienzos de los ‘80 comienza un ataque brutal del capital contra el movimiento obrero. La clase obrera sufrirá retrocesos enormes. En EE.UU. atacaron brutalmente a los sindicatos, crearon una legislación antihuelgas monstruosa. En Gran Bretaña después de la derrota de la huelga minera en 1984/85, el parlamento vota una legislación que establece que una huelga es legal, sólo si es previamente votada por urna en acciones llamadas por los sindicatos, las huelgas no pueden ya ser decididas en asamblea. Y así doblegaron la fuerza de trabajo, la flexibilizaron, la precarizaron. Vimos además las privatizaciones, y un mayor peso de los monopolios expandiéndose hacia los países periféricos.
Llegamos así a una conclusión central: los mismos mecanismos que durante las últimas tres décadas le permitieron al capital aumentar su rentabilidad, le obstruyeron el mercado para vender esos productos tan rentables, es decir, le obstaculizaron las posibilidades de realizar en el mercado las ganancias obtenidas en la producción. Esta contradicción explica en gran parte la debilidad de la acumulación a pesar de la recuperación de la rentabilidad. También explica la sobreacumulación de capitales en determinados ‘nichos’ en los que se combinan tasas de ganancias más altas que el promedio, con posibilidades de realización (venta) de las mercancías producidas. Un caso testigo en este sentido lo representa China. “Gracias” al proceso de restauración capitalista que se produjo allí, mientras en países centrales como EE.UU., Alemania y Japón, la tasa de ganancia en forma aproximada (según datos del año 2000), oscila entre un 10 y un 20%, en China llegó al 40% en 1984 y aún no bajaba del 32% en 2002. En China se combina tanto la abundante mano de obra y los bajos salarios que explican la fuerte rentabilidad, como las posibilidades de vender lo que producen al mundo y, particularmente a EE.UU. a donde se dirige el 40% de sus exportaciones.
El desarrollo descomunal del sistema financiero durante las últimas décadas es un fenómeno íntimamente asociado a los problemas de la tasa de ganancia y de la realización. De un lado, la progresiva eliminación desde los años ‘80 de las trabas a los movimientos internacionales de capitales, permitió que el capital se expandiera a la “caza” de “trabajo barato” en países de abundante oferta de mano de obra, contribuyendo a aumentar la tasa de ganancia. Pero a la vez, el menguante control estatal sobre los capitales junto con las escasas fuentes de rentabilidad, permitieron que se obtuvieran grandes cantidades de dinero barato (contra garantías de muy mala calidad muchas veces), y que además esos capitales se utilizaran en forma indiscriminada en cuanto “nicho” rentable (o “esperadamente” rentable) se presentara. Este es el origen de las llamadas burbujas especulativas. Estas “burbujas” están asociadas íntimamente a la existencia de escasos espacios para una rentabilidad efectiva del capital (en el sentido de generación de ganancias y realización -venta-). Las “burbujas” se generan porque sobre la base de una inversión en principio rentable, se produce una cadena infinita de crédito barato con mala garantía, que se toma para invertir sobre una expectativa de rentabilidad que a su vez se va desprendiendo cada vez más de la rentabilidad real. Estos procesos suelen continuar hasta que algún crédito no se paga y se pone de manifiesto que el endeudamiento es mucho mayor de lo que realmente puede cancelarse. Junto con esto suele ponerse de manifiesto que la rentabilidad que se esperaba no se produjo realmente. La consecuencia es que los capitales huyen, la rentabilidad cae bruscamente y comienza la crisis.
A su vez, el desarrollo del crédito, está poderosamente asociado al estímulo del consumo, intentando liberar al capital de la barrera que significan los bajos ingresos de los trabajadores. Mediante la toma de crédito barato los trabajadores y los sectores populares, particularmente en EE.UU., se endeudan consumiendo mucho más allá de lo que sus ingresos reales les permiten.
CONCLUSIONES
En el Manifiesto Comunista Marx señala que el Estado moderno es una junta que administra los negocios de la burguesía. Por el contrario muchos teóricos opinan que “El Estado no tiene base de clase”; “es el representante del bien común”; “puede cambiarse desde adentro”; desde distintas teorías. Hoy cuando los Estados del mundo emplean cifras siderales de dinero para salvar a los bancos ¿qué otra cosa queda más clara que “el Estado es una junta que administra los negocios de la burguesía”?, cuando con sólo una parte de lo que están gastando podría no haber pobres, no haber hambrientos. Cada vez que el pueblo pide algo no hay plata. Pero cuando piden los bancos enseguida encontraron… ¡1,9 billones de dólares sólo en Europa! Este es un Estado al servicio de los patrones y no puede haber salida progresiva si los trabajadores no conquistan el poder del Estado y no organizan la sociedad sobre nuevas bases. Nosotros queremos construir otro sistema donde todos los recursos económicos estén al servicio de las necesidades de los trabajadores y los sectores populares para empezar a construir una sociedad sin explotados ni explotadores.
Y si no lo logramos el mundo que resurja de esta crisis va a ser un mundo mucho peor todavía al actual. El capital no sale pacíficamente de sus crisis. De la crisis del ‘30 salió con la segunda guerra mundial, la mayor carnicería imperialista de la historia. Así sale el capital de sus crisis. Ese es el período que tenemos por delante. A lo mejor no en los próximos meses. Pero sí es a lo que tenemos que estar abiertos en el próximo lustro, la próxima década. Algunos en esta crisis sostienen que al capitalismo hay que reformularlo, otros siguen pensando que hay que humanizarlo. ¿Quienes somos nosotros?. Los que decimos que hay que derrocarlo.
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