25-11-2009 / ¿Usted piensa que el advenimiento de Internet cambió la vida para bien y nos acerca al mundo feliz? Pregúntele a su tendal de víctimas.
Por Daniel Lyons
La década pasada es el período en que Internet arruinó todo. Basta mirar a las industrias que sufrieron con el advenimiento de la Web: diarios, revistas, libros, televisión, películas y música. Minoristas de casi todas las ramas, desde autos hasta bienes raíces. Telecomunicaciones. Aerolíneas y hoteles. Donde sea que las empresas dependieran de la publicidad para ganar dinero, donde sea que obtuvieran ganancias por la falta de transparencia o de competencia, donde había lugar para limar asperezas, ahí sufrieron las industrias. Quizá recuerde todo lo que se decía en un principio sobre cómo Internet iba a cambiar todo y nos iba a adentrar en la tecno-utopía de un mundo feliz. En fin, para llegar a esa tierra prometida primero tuvimos que sobrevivir al período que el economista Joseph Schumpeter denominó “destrucción creativa”, durante el cual Internet aplastó industrias enteras como si fuera un tsunami, arrasando lo viejo y podrido y a todos los que no estuvieran dispuestos a cambiar. De eso se trataron estos últimos 10 años, y no fue nada agradable.
Hablemos primero de los diarios. Uno nunca se imaginaría que en la era de la información, la principal víctima sería un portador de información. Pero ahí lo tienen. Los diarios están desapareciendo, en parte porque no se dieron cuenta de que estaban operando en la industria de la información, pensaron que su negocio estaba en plasmar tinta sobre papel y distribuir físicamente esas pilas de papel con infinidad de flotas de camiones y repartidores. Los diarios tardaron en migrar a la Web. Por un tiempo dieron vueltas al asunto, pensando que era algo temporario. Incluso cuando lanzaron sus propios sitios web, no lo hicieron muy convencidos, los crearon casi con desgano. Cuesta creer que una compañía que se dedica a las noticias no viera venir este cambio. Supuestamente se dedican a encontrar novedades, ¿no? Aún así, no supieron ver el cambio (y la oportunidad) más grande que haya impactado su negocio. Ver que los diarios cierran a causa de Internet es como ver que un tambo cierre porque los clientes ahora prefieren tomar la leche en saché y no en botella.
Los diarios están desapareciendo porque Internet los despojó de sus pequeños monopolios. Durante décadas casi no tuvieron competencia, por lo que podían cobrar lo que querían por cosas como publicar un pequeño clasificado. Esto era de cierto modo algo bueno, nos dice gente que ahora se lava las manos ante la desaparición de los periódicos. Bueno o malo, la verdad es que ya no existen, gracias a sitios como Craigslist (de clasificados online), que apareció y comenzó a brindar el mismo servicio sin cobrar un centavo.
La televisión está sufriendo la misma suerte. Durante décadas existieron tres grandes emisoras en Estados Unidos. No eran exactamente un monopolio, pero casi. Con tan poca oferta, las redes aglomeraban enormes audiencias y cobraban cifras astronómicas por su espacio publicitario. Luego apareció el cable, que trajo aparejado el incremento de la competencia. Esto generó cierto debilitamiento, pero la aparición de Internet fue la gota que colmó el vaso. De repente la cantidad de “canales” creció de modo exponencial. No tiene límites. Es infinita. Ese exceso de oferta repentino hizo que la televisión dejara de recibir pauta publicitaria, de ahí que gran parte de las transmisiones estén plagadas de basura de bajo costo, reality shows, canales de “noticias” que se parecen más a Jerry Springer que a Walter Cronkite, y Jay Leno cinco noches por semana en horario premium, en reemplazo de programas guionados (de mayor costo). Básicamente, la televisión se está yendo a pique y soltando lastre (bajando costos) para salvarse de la destrucción total. Puede que sea una solución temporaria, pero transmitir productos de mala calidad seguramente no es el mejor modo de sobrevivir.
La industria de la música sufrió todavía más. Primero apareció Napster, que distribuía música a costo cero. La soga salvadora en este caso la tiró Apple con su iTunes Store, pero forzó a las compañías de música a ceder el control de su industria a Steve Jobs. Y hablando de los comercios minoristas que vendían música… ¿se acuerdan que existían? Sí, niños, antes existían negocios físicos en los que uno podía entrar y comprar música, un CD o hasta discos de vinilo. Ya casi no se ven.
En cuanto a la industria del cine, Apple ahora ofrece a los estudios de cine la misma oferta de doble filo que hizo a las discográficas: “Ustedes concéntrense en hacer películas, nosotros nos ocupamos de la distribución digital”. Pero la gente de cine mantiene sus sospechas, y desde ya que preferiría llegar a un arreglo con muchos distribuidores digitales diferentes en vez de permitir que uno único concentre demasiado poder. Los estudios ahora se dan cuenta de que la revolución digital está afectando su negocio. Lo más que pueden hacer es desacelerar el proceso.
Pero no son únicamente las compañías anticuadas las que resultaron heridas por el crecimiento de Internet, incluso las de tecnología sufrieron algunos daños. Antes de que surgiera Internet, Microsoft reinaba sobre la industria de la computación. Las pequeñas empresas de software vivían a la sombra de Microsoft, y sabían que si su firma tenía mucho éxito, no pasaría mucho tiempo antes de que Microsoft les diera dos opciones: “O nos venden la empresa por migajas, o creamos un software que haga lo mismo que su producto y los fundimos”. Microsoft amenazó tanto a sus rivales como a sus socios, hasta que estos últimos se cansaron y recurrieron a la justicia, que en 2002 emitió un fallo antimonopólico contra el gigante del software.
Hoy en día nadie le teme a Microsoft. La compañía es un escollo torpe e inefectivo. Sin embargo, esto no se debe al Poder Judicial. Lo que hizo tambalear a Microsoft fue Internet. El modelo de negocios de Microsoft estaba basado en esperar que los demás innovaran, para luego hacer una copia barata de lo que los otros vendían. Microsoft se copió de Apple para hacer Windows. Copió a Lotus y WordPerfect para crear Excel y Word, y luego juntó las aplicaciones en un paquete de bajo costo que llamó Office. Se copió de Netscape Navigator para dar forma a Internet Explorer, y luego lo regaló, lo unió a Windows y destruyó a Netscape. Pero el modelo de copiarse de los demás ya no funciona. ¿Por qué? Por un lado Microsoft se puso más lento, mientras que todos ahora son más veloces. Las nuevas compañías basadas en la Red, como Yahoo! o Google, precisan poco dinero para comenzar y pudieron crecer rápidamente. Google descubrió la publicidad mediante palabras claves y creció tanto y tan rápido que Microsoft no pudo contraatacar. Apple lanzó el iPod y luego la tienda iTunes, y para cuando Microsoft se dio cuenta de que vender música en Internet era un buen negocio, ya era demasiado tarde: Apple estaba bien afianzado. Lo mismo pasó con Amazon (el mercado de venta online), con el libro electrónico Kindle y con los servicios informáticos “en nube”. Microsoft ahora corre para ver si alcanza a esas compañías, mientras invierte recursos y energías en defender a sus productos que generan ingresos, como Windows y Office.
Es un caso de estudio que bien podría estar incluido en el libro del profesor de Harvard Clayton Christensen “The Innovator’s Dilemma” (“El dilema del innovador”). Microsoft es demasiado grande como para desaparecer por la oleada, pero está muy anclado en el viejo mundo como para triunfar en el nuevo. Está pasando rápidamente a ser irrelevante, quizá no tanto como un diario común, pero casi.
Internet cambió casi todos los aspectos de nuestras vidas durante la última década. ¿Para bien o para mal? Eso depende de a quién le pregunte.
Fuente:
http://uol.elargentino.com/nota-67106-U ... ccion.html
"No estoy de acuerdo con lo que decís, pero defenderé hasta la muerte vuestro derecho a decirlo" - Voltaire.