RE: A esconder las escrituras que viene el comunismo
Liberalismo no es sinónimo de desaparición del Estado. Como señala Mises
De ordinario se desconoce la diferencia fundamental que hay entre la idea liberal y la idea anarquista. El anarquismo rechaza cualquier organización de coacción social, y no acepta la coacción en cuanto medio de técnica social. Desea verdaderamente suprimir el Estado y el orden jurídico, porque considera que la sociedad podría prescindir de ellos sin perjuicio. El anarquismo no teme el desorden de la anarquía, pues cree que los hombres, aun sin verse constreñidos, se unirían para concertar una acción social común, teniendo en cuenta todas las exigencias de la vida en sociedad. En sí mismo el anarquismo no es liberal ni socialista, pues se mueve en otro plano. Aquel que considera la idea esencial del anarquismo como un error, juzga como utópica la posibilidad de que puedan alguna vez los hombres unirse mediante una acción común y perfecta sin la coerción de un orden jurídico y de sus obligaciones; el que sea socialista o liberal rechazará las ideas anarquistas. Las teorías liberales o socialistas, basadas en un estricto encadenamiento lógico de las ideas, han edificado su sistema que repudia consciente y enérgicamente el anarquismo. El contenido y amplitud del orden legal difieren en el liberalismo y en el socialismo, pero ambos reconocen su necesidad. Si el liberalismo restringe el campo de la actividad del Estado, ello no significa que discuta la necesidad de un orden jurídico, pues no es antiestatista, ni considera al Estado siquiera como un mal necesario. Su posición frente al problema del Estado no la dicta su antipatía contrala «persona» Estado, sino su posición en lo que respecta al problema de la propiedad. Como desea la propiedad privada de los medios de producción, debe rechazar lógicamente todo lo que se oponga a ella. A su vez, el socialismo, al apartarse por principio del anarquismo, busca ampliar la órbita gobernada por la organización coactiva del Estado. ¿No es precisamente el hecho de poner fina la «anarquía de la producción» su propósito más explícito? El socialismo no suprime el orden jurídico del Estado y su coacción; al contrario, lo extiende a un campo que el liberalismo quiere dejar libre de toda coacción estatal.
Y en su conferencia de 1959 en la UBA dice:
Se ha hecho famosa la siguiente frase: «El mejor gobierno es el que gobierna menos.» Yo no creo que esta sea una correcta interpretación de las funciones de un buen gobierno. El gobierno debería hacer todas las cosas para las que se le necesita y para las que ha sido establecido. El gobierno debería proteger a los habitantes de su respectivo país contra los violentos e ilegales ataques de los bandidos y defenderlo contra los enemigos foráneos. Estas son las funciones del gobierno en un sistema de libertad, en un sistema de economía de mercado. Bajo el socialismo, desde luego, el gobierno es totalitario, y nada queda fuera de su esfera y de su jurisdicción. Pero en la economía de mercado la principal tarea del gobierno es proteger el ágil funcionamiento de la economía de mercado contra el fraude y la violencia, ya provengan de dentro o de fuera del país.
La gente que no esté de acuerdo con esta definición de las funciones del gobierno podría decir: «Este hombre odia al gobierno.» Nada más lejos de la verdad. Si yo dijera que la gasolina es un líquido muy útil, para muchos propósitos, pero que nunca bebería gasolina, porque creo que no sería este un uso correcto de la misma, ello no significa que yo sea enemigo de la gasolina o que odie la gasolina. Digo solamente que la gasolina es muy útil para ciertos propósitos, pero inadecuada para otros. Si digo que es deber del gobierno arrestar a los asesinos y a otros criminales, pero que no lo es manejar los ferrocarriles y dilapidar el dinero en cosas inútiles, entonces no odio al gobierno por declarar que es adecuado para ciertas cosas, pero inapropiado para otras.
En cuanto a Somalía, no es un modelo de liberalismo clásico con gobiero limitado. En todo caso se lo podría considerar anarcocapitalismo. Pero si lo analizamos con más detenimiento, descubrimos que tampoco es anarcocapitalismo. En definitiva, Somalía no es ejemplo de nada que yo defienda.
Somalia no tiene un Gobierno nacional formal desde 1991. Tras la caída del dictador socialista Siad Barre las facciones rivales se enzarzaron en una guerra civil, varias zonas pasaron a ser regiones autónomas sin reconocimiento internacional y otras, como la capital Mogadiscio, fueron subdivididas y controladas informalmente por "señores de la guerra". La soberanía de Somalia es reclamada por el Gobierno Federal de Transición, formado por una variopinta coalición de señores de la guerra y líderes tribales. Este Gobierno no tiene ninguna autoridad sobre la mayoría del país y no ha sido capaz de recaudar impuestos todavía.
Somalia es reivindicado como ejemplo tanto por algunos anarco-capitalistas como por sus críticos. Para los primeros Somalia es una prueba de que el anarco-capitalismo es viable mientras que para los segundos demuestra que tiene resultados tercermundistas. Hay una tercera posibilidad y es que Somalia no sea un retrato fiel de una sociedad anarco-capitalista y no sirva como ejemplo a ninguno de los dos.
El anarco-capitalismo según sus proponentes es un sistema en el que todos los servicios son provistos por el mercado, no hay impuestos sino precios que se pagan voluntariamente, y nadie detenta el monopolio de la fuerza en un determinado territorio. Pero en muchas áreas de Somalia no hay empresas de protección compitiendo entre ellas por clientes sino señores de la guerra con monopolios locales y con capacidad para cargar ciertos tributos. En una sociedad anarco-capitalista la ley es un bien de mercado y su contenido obedece a la demanda de los consumidores. Para que el anarco-capitalismo tenga el resultado liberal que defienden sus valedores la mayoría de la población debe tener inclinaciones liberales y demandar leyes inspiradas en estos principios, y no parece que se cumpla esta premisa.
Pero Somalia tampoco encaja como ejemplo de una sociedad estatista. No hay un monopolio de la fuerza sobre todo el territorio. Hay milicias locales pero su control no es del todo efectivo ni tan intrusivo. No hay regulaciones ni licencias, y los tributos que se cobran por algunos servicios son muy reducidos. Existe, además, un sistema de ley consuetudinaria tradicional denominada xeer que tiene muchas similitudes con la common law anglosajona. El antropólogo liberal Spencer MacCallum señala que en la xeer los crímenes están definidos en función de los derechos de propiedad, la justicia criminal está orientada a compensar a la víctima, y sus preceptos se oponen a cualquier forma de impuestos. Según MacCallum la xeer y su sistema de resolución de disputas (ligado a una estructura descentralizada de clanes de libre adscripción) ha permitido que sea posible la actividad económica y el desarrollo en Somalia.
Somalia parece estar a medio camino entre la anarquía y el equilibrio tenso entre diversas milicias o mini-Estados, todo ello en el contexto de una sociedad pauperizada tras décadas de socialismo duro, con fuerte conflictividad social e importante arraigo islamista. Un escenario un poco extremo para poner a prueba el anarco-capitalismo. No obstante, la realidad es menos negra de lo que asumen quienes utilizan Somalia como ariete anti-anarcocapitalista, y fuentes tan poco sospechosas de anarquismo como The Economist o el Banco Mundial se han sorprendido de los progresos de Somalia en ciertos sectores en ausencia de un Estado formal.
Peter Leeson estudia 18 indicadores sociales y económicos durante el período anterior y posterior a la caída del gobierno de Barre y concluye que los somalíes están mejor sin Estado que con Estado. Bajo el régimen de Barre la libertad de viajar estaba severamente restringida. La libertad de expresión a menudo se castigaba con la muerte. Hoy en día los somalíes son libres de viajar donde quieran (los límites los ponen los otros Estados) y aunque sigue habiendo intimidación contra periodistas por parte de los distintos grupos armados hay más libertad de expresión y más medios de comunicación privados. En el ámbito judicial, las disputas se resuelven de forma más rápida por árbitros y tribunales privados, y en ausencia de Estado no hay tanta corrupción ni presiones políticas. Bajo el gobierno de Barre la "justicia" era pura represión contra el disidente.
Leeson también compara el progreso de Somalia en su período anarquizante con el de sus vecinos estatistas, Kenya, Djibuti y Etiopía. En la mayoría de indicadores Somalia muestra mayores progresos. Ben Powell compara las condiciones de vida en Somalia con la de 42 otros países sub-saharianos antes y después de la caída del Estado central. Las condiciones de Somalia mejoraron en términos absolutos y en general han mejorado por encima de la media de los demás Estados sub-saharianos.
El sector de las telecomunicaciones de Somalia es uno de los más desarrollados de África oriental. La enérgica competencia ha reducido los precios por debajo de los niveles típicos africanos y el número de teléfonos fijos y móviles por habitante supera el de la mayoría de países. El sector aeronáutico cuenta con 15 compañías, 60 aviones y 6 destinos internacionales. En 1989 había una compañía nacional, un avión y un destino internacional. El agua, la electricidad, la educación o la sanidad están siendo provistas por empresarios. La escasez sigue siendo rampante pero la oferta de estos servicios ha aumentado y es dudoso que un Estado fuera a hacerlo mejor. En el actual contexto resulta demasiado costoso para un empresario privado invertir en carreteras y cobrar peajes, pero las autoridades municipales de Berbera-Hargeisa recaudan peajes y tampoco los invierten en el mantenimiento de las infraestructuras.
Para los estándares occidentales Somalia sigue siendo un país tercermundista, violento y repleto de miseria. Pero una crítica honesta de Somalia como ejemplo imperfecto de una sociedad sin Estado no puede reducirse a un "si tan genial es el anarco-capitalismo por qué no te vas a vivir allí". Primero porque no está claro que Somalia se ajuste a la definición de anarco-capitalismo. Y segundo, porque si se quiere evaluar un sistema político frente a otro hay que comparar su aplicación en escenarios similares (social, económica y culturalmente). Si queremos estudiar si una dieta para adelgazar es mejor que otra no es serio probarlas respectivamente en un sujeto obeso y uno flaco y luego, aunque el obeso adelgace más que el flaco, decir que la dieta del obeso no funciona porque aún está mucho más gordo que el flaco. Somalia sigue siendo muy pobre y lo seguirá siendo por todo el bagaje social, económico y cultural que arrastra. La cuestión es si Somalia está mejor sin Estado de lo que estaba con Estado. Y si en otros países, con otro bagaje histórico, también estaríamos mejor sin Estado.
(Este mensaje fue modificado por última vez en: 18-04-2012 11:07 por Ezql.)
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